miércoles, 3 de diciembre de 2014

El ROMANTICISMO
El Romanticismo es una revolución artística, política, social e ideológica de gran importancia que fue germen de muchos principios considerado hoy fundamentales e irrenunciables: la libertad, el individualismo, la democracia o el nacionalismo.
El movimiento nace en Alemania e Inglaterra y se extiende por toda Europa durante la primera mitad del siglo XIX. A España llega con cierto retraso desarrollándose en el segundo tercio de este siglo, cuando inicia su decadencia ya en otros países.
El Romanticismo supone la ruptura con la tradición y el orden anterior, cuyos valores culturales y sociales son abolidos en nombre de una libertad auténtica. Se proyecta en todas las artes y construye la esencia de la Modernidad, proclama una actitud ante la vida que exalta el yo frente a cualquier otro valor o precepto y ese individualismo exige una libertad sin límites.
El movimiento romántico hereda los principios de Ilustración, que completa y supera. La Ilustración en su camino hacia la felicidad, concede al hombre el poder de dominar la ciencia y conquistar la naturaleza para conseguir tal fin, pero impone límites al conocimiento, la racionalidad, y desdeña aquello que los sentidos no pueden explicar.
El hombre romántico supera ese horizonte y entiende de la esencia de lo humano rebasa de la esfera de lo racional,  recupera lo emocional y rechaza la separación entre razón y sentimiento, y entre realidad e irrealidad.
Los románticos aspiran a alcanzar un ideal: lo eterno lo absoluto, pero su búsqueda se ve obstaculizada por la irrupción de la cruda realidad. Es ese baño de realidad lo que provoca su desengaño y el sentimentalismo enfermizo que se llamó “mal del siglo”.
Unos de los rasgos capitales del Romanticismo es su espíritu individualista, esto es la valoración exagerada de la propia personalidad. El culto que rinde al yo se constituye el máximo objetivo de la vida espiritual, pero el yo románico rechaza ser sólo una pieza más de una pieza más del engranaje de la naturaleza, por eso subraya la facultad creadora de cada individualidad capaz de transformar en el mundo natural.
El término “crear” pasa a significar aproximación a la verdad, a la última dimensión del ser. El romántico transforma el instinto en arte y el inconsciente en saber. Pero la realidad  sólo es percibida en términos de aceptación o rechazo en función de la forma que coincide o no con la propia subjetividad. El individuo arrastrado por las imágenes que él mismo ha creado en su interior descubre la realidad  no responde a sus ilusiones y se revela violentamente contra todas las normas morales, sociales, políticas o religiosas, que provocan esa disfunción. Se concreta este aspecto en el recurso a temas relacionados con la frustración  vital como es el amor no correspondido, la soledad, la tristeza, la nostalgia, la melancolía o la desesperación; cuestiones que se resuelven a menudo en manifestaciones y actitudes de rebeldía frente a la sociedad burguesa que califica de mediocre e insensible, exaltando y embelleciendo  aquellos de sus componentes que son consecuencia de la maldad social. Esto es sujetos marginales o cuestionables como son los mendigos, los delincuentes o los piratas.
Así el héroe romántico responde a la configuración byroniana de apasionado, orgulloso, enamorado, perseguido por la fatalidad, escéptico, caballeroso y noble. Mientras que el antihéroe es taimado, cruel, frío e insensible.
El hombre romántico se caracteriza también por su aislamiento y soledad, es otra consecuencia del individualismo que marca de tal forma conciencia y personalidad que aísla al individuo de sus semejantes derivándo, en ciertos casos, hacia estadios de consciencia que elevan los sentimientos a las más altas cotas de percepción.
La desgracia, la felicidad o infelicidad que siente quien las manifiesta son las mayores que puede experimentar cualquier ser humano. Esta es la razón  por la cual, el yo del artista pasa a ocupar el primer plano de la creación, el individualismo romántico se encuentra en el origen de otros aspectos que también caracterizan el movimiento, la protesta contra las trabas que cohíben su espíritu deriva en el ansia de libertad  que refleja en cualquier manifestación artística social, política o económica que emprenden.
Los románticos rechazan el culto a lo racional que han heredado de los ilustrados conceden prioridad absoluta a las emociones, los sueños o las fantasías y aceptan como fuente de conocimiento a la intuición, la imaginación y el instinto.
La fuerza de la pasión supera, en definitiva, a la fuerza de la razón. Sus temas preferidos están relacionados con lo sobrenatural, la magia y el misterio que proporciona una vía de escape de la realidad actual y local, que incomoda a la artista, les permite evadirse a remotos tiempos pasados y a lejanos escenarios de Oriente cargados de detalles imaginarios y de personajes misteriosos, los cuentos de Andersen, de los hermanos Grimm o de Hoffmann son un claro paradigma de ellos.
Buscan desesperadamente la perfección absoluta pero son víctimas del destino y de la naturaleza que no justifican jamás sus actos, de ahí los anhelos  insatisfechos que derivan en su frustración e infelicidad. En ese mundo soñado prevalecen unos ideales que marcan el rumbo de sus vidas: humanidad, patria, femineidad, filantropía y un toque de misticismo.
El romántico se obsesiona por conocer  las raíces de su historia, inventa la idea de "pueblo" entendido  como una entidad espiritual a la  que pertenecen individuos concretos que comparten una serie de características comunes: lenguas, costumbres y folclore, de ahí la revitalización de las leyendas y tradiciones locales. 


ROMANTICISMO EN ESPAÑA
El movimiento romántico en España se encuentra vinculado en la evolución histórica que sigue a la caída de Napoleón y a la desaparición del gobierno impuesto en la península Ibérica por las tropas napoleónicas.
El retorno de Fernando VII, que supone la vuelta del absolutismo monárquico, provoca el exilio de políticos e intelectuales liberales que regresaran sobrevenida su muerte en 1833.
Los años gloriosos del romanticismo en España abarcan el periodo comprendido entre el 1834-1844. Se suele afirmar que se inicia con La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y que termina con Don Juan Tenorio de Zorrilla.
Dentro de la generación romántica española se pueden diferenciar varias tendencias en ocasiones contradictorias, junto a los precursores o prerrománticos Alcalá Galiano y Blanco White se puede hablar de un romanticismo tradicional que defiende los valores más antiguos de la Iglesia y del Estado encarnadas en las figuras de Martínez de la Rosa, el Duque de Rivas y José Zorrilla; y de un romanticismo revolucionario o liberal,  belicoso con el orden establecido que reclama derechos para el individuo frente a la sociedad y a las leyes; es tal vez, José Espronceda su máximo exponente.  Junto a ellos aparece una tendencia especialmente costumbrista en la que se suele cuadrar a Mesonero Romanos y que parte de la producción periodística de Mariano José de Larra, otros nombres de indudable fuerza en nuestra literatura son Bretón de los Herreros, Gustavo Adolfo Bécquer o Rosalía de Castro que personalizan el romanticismo tardío español que llega al cenit de su edad de oro cuando ve la luz Don Juan Tenorio de José Zorilla en  1844.
La poesía es el género preferido por el escritor romántico que ansía desesperadamente exteriorizar de manera precisa su pasión y su fantasía, ella pone en manos del autor la herramienta ideal para dejar constancia de su poca subjetividad, su pesimismo y su melancolía. Muestra siempre un tono exaltado y apasionado con abundancia de apóstrofes, vocativos y oraciones exclamativas.
Dentro de la prosa desarrollan la novela histórica y la leyenda para recrear el mundo del pasado, especialmente el de la Edad Media. Tienen como modelo el autor inglés Walter Scott.
Los artículos de costumbre, construidos como relatos breves, muestran las formas de vida del pueblo en un estilo donde predomina lo descriptivo y lo anecdótico.
Los argumentos teatrales están llenos de amores  imposibles que concluyen en duelos, el héroe choca contra la estructura social conservadora y lucha por su propia felicidad; los personajes siempre son seres misteriosos y marginales. Desatienden las unidades clásicas de tiempo, lugar y acción. No hay separación tampoco entre tragedia y comedia, y se utiliza el verso solo o en combinación con el diálogo en prosa.
El movimiento romántico como tal desapareció con el siglo XIX pero muchas actitudes románticas siguen estando vigentes, aunque la connotación término romántico haya evolucionado. El deseo de libertad individual conduce la actividad humana en todas sus manifestaciones sociales, culturales o económicas alcanzando e incluso a  la palabra, a la religión y a la educación. La libertad de expresión es hoy una bandera irrenunciable, como lo es la libertad de pensamiento de culto o educación.


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